un beso. dos besos. la respiración entrecortada. las manos, torpes, siguiendo las formas de sus cuerpos. las caderas moviéndose, en un vaivén eterno que duraría apenas un momento. él no sabe qué busca: su cara, sus labios, sus caderas, su espalda, sus senos. ella se dejó llevar por un momento. sus labios besan cada centímetro de piel que ella le permite. sus olores hace rato que se mezclaron. sístole y diástole. dos corazones a punto de estallar, sin pensar en quién pueda despertar, en quién puede entrar en ese momento por la puerta. sólo existe ese momento: están solos en el mundo. ni un ruido, ni un quejido. gemidos en la noche, en el silencio, en la ciudad.
ya no tienen frío.
acaba el breve encuentro. él le dice que la quiere, que la ama. ella responde con un "gracias", juguetona. frustración mal disimulada. él quiere más. él quiere que ella responda con un "te quiero más que a mis ojos", tal vez con un "ahora y siempre". pero ella le da las gracias y le sonríe, mientras le abraza, con los ojos cerrados y una sonrisa perfectamente dibujada en sus labios, con la cabeza apoyada en su regazo. tal para cual.
pero, cuando sale de la habitación, le da aquel beso de buenas noches que le prometió, seguido de un
"yo también te quiero".
el rocanrol de los idiotas. maldita madrugada, maldito bryce.
No hay comentarios:
Publicar un comentario